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Ramón Sales Coderch nació en el año 1949, en Barcelona, siendo el pequeño de seis hermanos y terminó, en el año 1961, siendo el sexto de 11. Muchos hermanos y una tradición artística intermitente, unos hermanos eran de letras y otros de ciencias, unos dibujaban muy bien y otros heredaron la abstracción imprescindible para el ejercicio de la matemática que era el oficio de su padre.

Ramón no era ni una cosa ni la otra, no dibujaba ni bien ni mal, no dibujaba. No razonaba ni bien ni mal, razonaba. Un hecho casual en su vida, a los 15 años, cambió la relación de Ramón con el Arte. Ramón tenía en el Instituto de Barcelona un profesor de Religión soporífero, y además tenía la clase a las tres de la tarde después de comer. Ramón se dormía, y el profesor le llamó al orden varias veces. Ramón descubrió que si hacía garabatos en un papel no se adormecía y eso fue su salvación.

 

Aquellos dibujos le gustaban y los guardaba, y ya le acompañaron toda su vida. Cuando tuvo novia se los regalaba y ella empapeló su habitación con aquellos dibujos. Los enseñaba a sus hermanos y poco más. Él los coleccionaba. Su novia estudió Historia del Arte y él poco a poco fue introduciéndose en el mundo artístico de aquella época, fue un devoto del movimiento “Dau al Set” especialmente de Joan Ponç.

 

Los caminos intelectuales de Ramón le llevaron a estudiar Económicas, e involucrarse en los movimientos estudiantiles de aquellos años, con sus desagradables consecuencias. El refugio de toda aquella época fueron sus dibujos y ya alguna pintura, acuarela, pequeñas esculturas, pero como un compañero de viaje, ya que no tuvo jamás la tentación de hacer el salto mortal a la profesionalización de sus inquietudes artísticas.

 

Ramón, profesionalmente derivó en el entonces incipiente mundo de los ordenadores y le apasionó este mundo tan cambiante y vertiginoso. Pero siempre, como una necesidad vital, le acompañó la creatividad irracional, el dibujar por dibujar, el dejarse llevar del surrealismo, el no ser esclavo de la obra de otros ni la de uno mismo: crear por crear. Miles de dibujos le acompañaron en silencio, y rara vez mostraba su obra más allá del restringido mundo familiar.

 

Fue su hija, Mariona Sales, en el año 1999 para celebrar su 50 aniversario, quien le organizó una exposición, a escondidas de él, en pleno centro de Barcelona. La sorpresa fue para Ramón muy grande y en aquellos momentos tuvo por primera vez en su vida la tentación de profesionalizar su obra. Su obra se vendió bien y la Colección “Testimoni”, de “la Caixa”, compró una de sus obras. Pero poco a poco volvió a su mundo semiclandestino de la creación donde él se sentía cómodo.

En el 2009, al cumplir los 60 años, su inquietud derivó en una recopilación de su limitada producción poética entrelazada con sus dibujos más significativos que dieron como fruto la publicación del libro “Paraules trobades” muy bien acogido por la crítica.

Después, el trabajo recopilatorio de toda su obra, iniciado por su hija Mariona, en el año 2010, quiso poner orden en la gran producción de su padre. Y aquí empieza el milagro, Mariona reelabora su obra con la mirada del siglo XXI, es decir, empieza a dar a conocer su obra por las redes sociales y mezcla la obra de su padre con una postproducción digital de alto valor artístico adoptando el nombre de RASACO.

Las obras RASACO nacen a partir de una idea, de un sueño, de una ilusión para fusionar la complicidad y el amor por el arte entre padre e hija.

A través de la transformación digital de les obras originales del padre, la hija intenta conseguir una visión dual del arte entre dos generaciones.

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